Lección #19: Como no controlarse cuando sube La Marea Parte 2


Continúa el juego...

control de juegos en letras neòn



Comencé a jugar con mi mente. Empecé a pensar en Cucú, si no se acuerdan quién es revisen nuevamente mi Lección #2

Malas ideas



Comenzaron las historias nuevamente, imparables e insoportables escenas comenzaron a surgir en mi cabeza en torno a mi ex. Preguntas y más preguntas. Imaginé mi futuro lleno de soledad, incomprendido y al borde de la depresión más oscura por no haber aprovechado el momento que tuve con una persona para aprender a amar. 

Primera tarea de la lista hecha.  La Marea empezó a subir lentamente. Sentía como mi corazón se aceleraba, el aire empezó a faltar, mis ojos comenzaron a divagar de un lado a otro, mis manos sudaban y se movían sin control. Falta de control total. La Marea me había invadido y se sentía espantoso. Tenia todo el baño para mi solo y aún así el espacio se quedaba chico, me ahogaba.


llamada telefónica de la ansiedad


Listo, la segunda tarea de la lista estaba en camino. Ahora debería empezar a bajar La Marea sin el uso de los caramelitos placebo. - Aquí entre nos, me sentía como Hulk durante un ataque de ira a punto de destruirlo todo y aparece la dulce y frágil Betty Ross (me quedo con la interpretación de Jennifer Connelly) para calmarlo con sus suaves manos y volverlo humano nuevamente - Lamentablemente mi Betty Ross no existe así que fue una muy mala idea pensar en el romantico caso de Hulk y Betty cuando a mi me botaron como un perro.



Esta vez fue diferente


Decidí no recluirme en el baño y tomé la decisión de salir, de enfrentar al mundo a las 9:30pm de un jueves en mi estado mareoso. Sólo una vez lo había hecho y terminé llorando y temblando en brazos de mi madre durante la cena de Navidad. Mis primos me hicieron bullying ese día. 

Caminé con la cabeza al frente, dejé los caramelos tirados en el baño, ya no me importaba nada. Salí de la universidad y tomé el primer taxi que pasó y lo dirigí a mi tan querido parque, me senté en la oscuridad y comencé a mirar los arboles moverse con el viento, mi ritmo cardíaco comenzó a bajar. Lo estaba logrando.  La Marea estaba bajando sin dejar ahogados en el camino. 

Entiendo que sólo me queda aceptar su presencia, la buena noticia es que ya descubrí que debo abrirle la puerta para que el agua salga más rápido.



Atentamente,


La Marea y yo, 




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