Lección #5: Imposible negarlo
¡Hola, Mareados!
Era imposible negar que algo pasaba conmigo, ya había llegado. La marea había subido y no estoy seguro de haber aprendido de natación. Y por lo visto iba a tener que nada un buen rato.
Les contaré un poco más sobre cómo fue que le encontré un nombre a lo que me pasaba, para antes de seguir avanzando en lo que me pasa seguido, podamos asegurarnos que tú, lector, y yo estamos hablando de lo mismo.
Ropa de baño puesta
Ya que iba a tener que enfrentarme a este nuevo entorno, lo mejor que podía hacer era tratar de entender qué es lo que estaba sucediendo.
Empecé por lo obvio: investigar. Lo primero que busqué fueron mis síntomas físicos, ya saben, sentir que no puedes respirar con facilidad y que tu corazón va mucho más rápido que tú, como en una carrera.
O que sientes tal aturdimiento que si no te concentras acabas golpeándote con algo en la calle. Google no fue de gran ayuda, me soltaba enfermedades que espero nunca llegue a tener.
Ese día no me sentía listo para hablar con seres humanos reales sobre lo que sentía, ya saben, no como ustedes que nunca conoceré; me refiero a una conversación cara a cara.
Además, ¿a quién voy a preguntarle? Nadie de mi familia, eso es seguro. ¿Mis amigos? Me preguntarán si consumí algo.
Respuestas
Después de mucho buscar, llegué a una conclusión: probablemente yo sufría de ANSIEDAD.
Como les he dicho, me costó aceptar ese diagnóstico al comienzo, pero ya que iba a tener que convivir con esta, ya mejor llamarla “mejor amiga”,
porque parece que estaba lista para hablarme a todas horas, creo que lo mejor era ponerle un nombre.
La llamé “La Marea” porque (y me cito a mí mismo) no es medible, no avisa, y por las razones que ya les expliqué, pero me faltó sumar una más: va subiendo.
Una vez que crees que lo te adaptas, llega la ola.
Atentamente,
La Marea y yo